Actúa sobre el sistema nervioso central creando una gran estimulación, tiene además efectos anestésicos locales y vasoconstrictores que en ocasiones causan infartos de miocardio en conductores jóvenes que la consumen de modo habitual.
Como efectos psicológicos destacables incrementa la euforia y locuacidad del conductor, la aceleración mental, la sociabilidad, la hiperactividad, búsqueda de experiencias aleccionadoras, insomnio y tendencia a la violencia.
Por su alto poder de estimulación disminuye el tiempo de sueño, aumenta la sensación de fatiga y cansancio, disminuye el apetito, puede dar lugar a episodios de agresividad e irritabilidad, incluso pérdida de memoria y trastornos mentales de mayor gravedad y de carácter psicótico.
Sin embargo es frecuente por parte del conductor bajo sus efectos la sensación subjetiva de una disminución del cansancio, apetito y sueño acompañada de la desaparición de inhibiciones.
Por su carácter estimulante-euforizante puede llegar al cerebro del conductor de forma casi inmediata, habitualmente en menos de 20 minutos si se ha esnifado, afectando también a otros órganos fundamentales como el corazón y actividades como la atención por periodos que llegan frecuentemente a las 3 horas.
El conductor afectado por el consumo de cocaína sobrevalora sus capacidades con sensación de escasez de cansancio y fatiga. Estas sensaciones unidas al exceso de confianza y a la disminución en su capacidad real para la toma de decisiones en sus tareas automatizadas de conducción y valoración de riesgos, propicia comportamientos arriesgados como sobredimensionar la confianza en la potencia de su vehículo, la capacidad de frenada, la sensación de control o la percepción objetiva de la velocidad.
La constante pérdida de atención, la subida y bajada brusca de sus estados de alerta, afecta a su tiempo de reacción que suele ser inferior a la conducción orgánica habitual, precipitando la toma de decisiones y la ejecución de las tareas precisas para la correcta gestión del vehículo, afectando elementos fundamentales como las frenadas y estabilidad sobre la vía.
En definitiva, son comportamientos habituales en la conducción bajo los efectos de la cocaína la conducción temeraria (castigada en los arts. 380, 381, 382 C.P.), y otros mas específicos como cambiar peligrosamente de carril, conducción con velocidad excesiva (art. 379 C.P. sobrepasando los límites establecidos en la propia norma), efectuar giros bruscos, escaso respeto a la señalización en la vía y una falta de atención generalizada a la ejecución de tareas, delegando inconscientemente en los automatismos biológicos de la conducción en situación de capacidad orgánica insuficiente, con fatiga, importante disminución de la capacidad cognitiva y fuertes alteraciones del comportamiento debidas a una alta subjetividad en todas las interpretaciones estimulares, precisas para la ejecución adecuada de tareas tanto dentro como fuera del vehículo.
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